La obra Diálogos, de Luciano de Samósata, fue escrita durante el segundo siglo de nuestra era. Su autor, prolífero escritor al que se le atribuyen más de ochenta obras, vivió, durante veinte años, en Atenas, allí escribió estos Diálogos en los que aborda el tema de la muerte, el inframundo y la fatalidad.
Entre bromas y chascarrillos, Luciano siembra en la obra una buena dosis de filosofía, invitando al lector a reflexionar sobre no pocos temas, siendo, sin duda, uno de los más importantes, el criterio de fatalidad que privaba en la cultura helénica, la cual había construido un mundo en el que los acontecimientos ocurrían de manera fatídica, supuesto que desarrolla en el diálogo entre Minos y Sostrato, con una interesantísima reflexión sobre el ‘destino’.
Dialogo entre Minos y Sostrato.
MINOS.- Hermes, que ese bandido que está ahí, al que llaman Sostrato, sea arrojado al Piriflegetonte, y el sacrílego despedazado por la Quimera; en cuanto al tirano, que quede tendido junto a Ticio y que los buitres le devoren el hígado, lo mismo que a éste. Y vosotros, los buenos, marchad rápidamente a los Campos Elíseos y habitad las islas de los bienaventurados (57), en recompensa a vuestra conducta durante vuestra vida.
SOSTRATO.- Minos, escúchame y dime si esto es justo.
MINOS.- ¿Qué vuelva a escucharte? ¿No has sido ya condenado por haber dado muerte a tantísimos hombres?
SOSTRATO.- Sí, he sido condenado, pero no sé si de forma justa.
MINOS.- Por supuesto, al menos si es justo sufrir la pena que te mereces.
SOSTRATO.- Pero insisto, Minos, respóndeme. La pregunta será breve.
MINOS.- Pues date prisa, que aún tengo que juzgar a todos los demás.
SOSTRATO.- En la vida, llevé a cabo innumerables acciones, ¿fueron voluntarias o formaron parte del destino que las Moiras (58) hilaron para mí?
MINOS.- Sin duda alguna, lo último.
SOSTRATO.- Entonces, todos los que pasamos por buenos o malos, en la vida, sólo les obedecíamos.
MINOS.- Sí, concretamente a Cloto (59), que ordenó a cada uno su conducta a seguir, en el momento de nacer.
SOSTRATO.- Entonces, si una persona mata obligada por otra, o sea sin poder oponerse a quien le fuerza a ello, por ejemplo, un verdugo obedeciendo a un juez, ¿quién es el verdadero responsable del homicidio?
MINOS.- El juez, sin duda alguna, pues tampoco lo es la espada, que como instrumento le da ocasión, siguiendo el impulso del verdugo.
SOSTRATO.- ¡Genial, Minos! Gracias por enriquecer mi ejemplo. Y si, por otra parte, un esclavo lleva oro o plata a alguien, por encargo de su amo, ¿a quién tendrá que estar agradecido el destinatario?, ¿quién será el bienhechor?
MINOS.- El que manda las riquezas, Sostrato, pues el mensajero sólo obedece las órdenes de su amo.
SOSTRATO.- Ves, entonces qué injusto eres castigando a los que hemos sido fieles cumplidores de las órdenes de Cloto, y en cambio premias a los que no han hecho otra cosa que obrar como criados de la bondad ajena. Efectivamente, nadie podría demostrar que era posible enfrentarse a estas irresistibles órdenes.
MINOS.- Sóstrato, si examinas bien el caso, verás, que hay otros muchos sucesos que no están de acuerdo con la razón. De todas formas, obtendrás una ventaja de tu pregunta, ya que pareces ser, además de un ladrón, un filósofo a tu manera. Hermes, suéltalo, y que sea liberado de su castigo. Pero procura no enseñar a hacer preguntas del estilo a los otros muertos.