Gordon Thomas y Max Morgan-Witts – El viaje de los malditos

Gordon Thomas y Max Morgan-Witts – El viaje de los malditos
RESEÑA:
Alemania, 1939. El Saint Louis, un transatlántico de lujo, parte del puerto de Hamburgo con 937 judíos alemanes a bordo. Algunos son víctimas de los primeros campos de concentración nazis, otros son profesionales de prestigio recientemente expulsados de sus puestos. El barco llega a La Habana, lugar de paso previsto para los refugiados antes de ser admitidos en Estados Unidos.
En Cuba, a poco de zarpar el barco, el presidente de la República, Federico Laredo Brú, hizo aprobar un nuevo decreto (Decreto 937) por el cual quedan derogadas las visas dadas anteriormente. Como consecuencia, a los pasajeros del Saint Louis se les negó la entrada a Cuba a pesar de las visas ya otorgadas por la embajada de Cuba en Alemania.
El escritor de origen judío Jaime Sarosky afirma que la verdadera razón de la negativa de entrada fue que las autoridades cubanas actuaron por presiones del Departamento de Estado norteamericano. Cordell Hull, titular de esa secretaría, y Henry Morgenthau, Secretario del Tesoro pidieron a La Habana que se les negara el derecho de asilo con el pretexto de que las cuotas para los potenciales emigrantes provenientes de Europa central estaban ya cubiertas en los Estados Unidos.
Después del rechazo de entrada en La Habana el capitán del Saint Louis buscando una nueva solución tomó rumbo a Florida y pidió un nuevo permiso de asilo a las autoridades estadounidenses. El presidente Franklin Delano Roosevelt intentó acoger a una parte de los pasajeros, pero nuevamente la oposición vehemente del secretario de estado, Cordell Hull, y los demócratas del sur lo impidieron llegando incluso a amenazar a Roosevelt con retirarle el apoyo en las elecciones de 1940 que se avecinaban.
El 4 de junio se prohibió al Saint Louis, que esperaba una respuesta anclado entre Florida y Cuba, la entrada en territorio norteamericano.
El 5 de junio se hizo un intento desesperado, esta vez con Canadá, pero nuevamente reciben una respuesta negativa. Ante la imposibilidad de continuar buscando posibles huéspedes entre los países vecinos, la situación de casi amotinamiento, los intentos de suicidios entre los pasajeros, la falta de comida que ya se hacía sentir, y otras agravantes, el capitán Gustav Schroder tomó la decisión de regresar a Europa.
Durante el trayecto de regreso el American Jewish Joint Distribution Committee intentó buscar una solución entre los países europeos. Bélgica, Reino Unido, Francia y los Países Bajos aceptaron repartirse por cuotas parte de los pasajeros. El Saint Louis llegó a Amberes, ciudad a partir de la cual los pasajeros fueron repartidos a su destino final.
Ese reparto fue fatídico para los que se quedaron en Bélgica, Francia y Holanda, mas tarde sufrieron la represión de las hordas nazis.
Nadie puede decir con certeza cuántos de los pasajeros del St. Louis perecieron finalmente. Según una estimación, de los 907 que regresaron a Europa sólo vivieron 240. En Francia habrían sobrevivido 180 de los 224 que fueron allí; en Bélgica, 152 de 214; y en Holanda 60 de 181. La mayoría de los 288 que fueron a Gran Bretaña conservaron la vida. Lo indudable es que si Cuba o los Estados Unidos les hubieran abierto sus puertas, no habría tenido que morir casi ninguno de los pasajeros.

Deja un comentario

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.

Pensamiento libre