Júlia Costa – El inicio del atardecer
SINOPSIS:
Pep Baltà, hijo de madre soltera y criado en las chabolas de Montjuïc, consigue hacer una carrera, dedicarse a la enseñanza y la literatura y formar una familia. Cuando parece que todos sus sueños de triunfo y bienestar pueden hacerse realidad, su destino da un vuelco cruel que le empuja hacia el lado más oscuro de la vida. Junto a él, Emma Mas, la compañera de siempre, las hijas, la madre, la hermana, el recuerdo de los ausentes y todas las personas que le rodean van condicionando, una por una, por bien o por mal, su presente , pero él solo tendrá que luchar por un futuro en el que los ideales de juventud y el concepto de felicidad pierden su tono inflamado por difuminarse en la aceptada placidez del gris. La carcoma del pasado, ¿pero estará dispuesto a dejarle descansar?
RESEÑA:
Desde los inicios del siglo XX, España, en especial sus políticos enfrascados en luchas internas, creando repúblicas, destituyendo reyes, sin gobiernos estables y sin políticas económicas, la población pasaba hambre y miseria, la gente se veía abocada a la emigración forzosa, en la década de 1921-30 Cataluña, Madrid y el País Vasco absorbieron una inmigración neta de 567.504 personas, después de la ignominiosa Guerra Civil Española, en la década de 1951-60, el saldo migratorio neto aumenta a 1.003.705 personas.
Después de la Guerra Española, continuaron tres décadas marcadas por el hambre. La situación en que había quedado el país propició una desesperada emigración interna a las poblaciones supuestamente mas importantes donde se creía que se podía trabajar y así mantener a las familias, lo que no esperaban esas familias de emigrantes es tener que vivir en chabolas y el desprecio generalizado de la población autóctona.
La industrialización necesitaba mano de obra, Cataluña apostó por el textil, por la industria del automóvil, gracias a la implantación de la Seat en Barcelona, y por la construcción. Los oligarcas de la época no dudaron en utilizar a esos emigrantes empobrecidos y hambrientos para enriquecerse con su trabajo. Tratados como esclavos, los emigrantes aceptaban salarios miserables, vivían en chabolas, muchos de sus hijos no podían acceder a una educación suficiente y las enfermedades causaron múltiples desgracias.
El catalán tenía una casa y vivía en la ciudad y no allí donde la ciudad cambiaba de nombre, según el título de la novela de Francisco Candel.
La historia que relata este libro es la de una familia venida de otro lugar, asentada en las barracas de Montjuic, historia de luchadores y perdedores. Cuando se lucha desde la pobreza lo mas seguro es acabar perdiendo.
No es una historia única, es una de muchas historias que desgraciadamente existieron en esa España de la posguerra.
Lo increíble de todas estas historias es el poso que queda en la población original de la ciudad: Lo peor es lo que viene de fuera, delincuencia, inseguridad, marginación, prostitución, etc. Pero claro está, se necesita mano de obra para la construcción, recogida de basuras, barrenderos, limpieza, asistencia en geriátricos. Y por supuesto la prostitución, usada lógicamente por quien tiene dinero, que generalmente no es el emigrante.
Todo esto se puede parecer a lo que ahora pasa con la emigración marroquí, sudamericana, china…
Lo que en aquel momento fue emigración de andaluces, extremeños, castellanos… Ahora vienen de otros países, que éstos si son extranjeros.