José Luis Coll – El hermano bastardo de Dios

José Luis Coll – El hermano bastardo de Dios

SINOPSIS:

«Ocurren cosas en este planeta indicativas de que es realmente posible que no esté regido por Dios, sino más bien por un hermano bastardo suyo.» Es decir, la ley del absurdo. Un absurdo que es, además, atroz cuando explota en forma de guerra; salvaje cuando la guerra es entre hermanos; y que resulta estúpido cuando son los ojos de un pequeño quienes, desde la inocencia, lo registran. Coll fue ese pequeño. El pequeño que vivió el absurdo de la guerra civil de España y ahora —adulto ya, mas aún marcado por la violación de su inocencia— lo cuenta con el estilo especial que le caracteriza. Leer a este Coll, serio, trascendente; ayuda, como apunta Torrente Ballester, a entender el porqué y el de qué forma de su humor. Ese pequeño que debió aprender que la muerte «era como esos libros color ceniza que si se cierran de cuajo te llenan de polvo los pulmones» es exactamente el mismo que el día de hoy esgrime su fino estilete —instrumento propio de todo buen humorista— contra el absurdo de las guerras. Memoria infantil, recuerdos del abismo irracional que apartó de súbito a pobres y a ricos, a unos y a otros, y les encaró con el fusil en la mano, El hermano bastardo de Dios es un libro paradójicamente forjado en la ternura de quien, unas veces por medio del humor y otras, como ahora, con melancolía, ha pasado su vida en el ahínco de procurar entender a la raza humana.

<Y si Dios es bueno, ¿Por qué le corta la pierna a mi tío Julio? ¿Y por qué Ala, o Dios, o los dos, habían matado a Omar, y a don Juanito Aguilar, y a los hijos de la señora Alejandra y al gato tiñoso?¿Y por qué los hombres se van al campo a darse tiros? No es posible que Dios haga todo eso. A lo mejor no lo hace Él. Pero si lo hace otro, Él lo tiene que saber. Y entonces no lo debe permitir. No, no puede ser Dios. Eso solo puede hacerlo algún hermano suyo. Pero un hermano bastardo.>

(Del prólogo de Torrente Ballester):

«A Coll le tocó la mala suerte de que la guerra civil le cogiera de niño. Acaso la suerte hubiera sido peor si le coge de mocito, porque le hubieran llamado a filas y, a lo mejor, moría. Pero la que tuvo no fue de las mejores, eso no cabe dudarlo. Y, a propósito de esto, quisiera decir algo que puede sonar terrible, pero que no lo es, aunque sea lamentable: a un niño al que le coge una catástrofe como la guerra civil española a la edad a la que le cogió a Coll, acaba recibiendo lo catastrófico como cosa natural y cotidiana.

Es muy posible que Coll haya llegado a entender el porqué de la guerra civil española. ¡Feliz él! Pero, entonces, no lo entendía, se limitaba a vivirlo. Y ésa es la raíz de esta novela y me atrevo a decir que de la infancia de Coll, es decir, de su personalidad. ¿Por qué, entonces, no pululan los Coll en España?

De su experiencia, Coll sacó esa sensibilidad que su novela transluce, y ese sentido del humor de que da pruebas profesionales y literarias un día y otro.

Después de esta apertura de su corazón, Coll puede seguir haciendo chistes. El fondo sentimental de su humor se entenderá mejor ahora.»

RESEÑA:

Un libro de 190 páginas que dibuja una generación de personas nacidas en el rescoldo de nuestra última guerra, tres décadas: 30, 40 y 50. Una generación que debía espabilarse muy rápidamente, con estudios primarios, los que pudieron ir a la escuela.

Muchos de ellos debieron criarse con abuelos o tíos, porque los padres habían perecido de una forma u otra. Muchos vieron el <paseo>, se los llevaban y no volvían, una generación con muchas preguntas y ninguna respuesta, los de un lado rezaban a diario y los del otro blasfemaban en silencio.

Una generación que aprendió a trabajar muy pronto: Aprendices, meritorios, chico de los recados, etc., una generación gris, hasta la policía iba de gris.

Una generación henchida de miedo, no de comida, había poca. Lo que si había era sarna y chinches.

Una generación que con su miedo y su trabajo pudo criar a la generación siguiente, que si pudo estudiar, aquel que quisiese. Una generación que ha legado un amor silencioso sin limites.

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