Carlos Giménez – Todo Paracuellos
SINOPSIS:
Obra de carácter autobiográfico considerada por la mayoría de los críticos como la más importante de las de Giménez.
Fusilamientos en los arcenes de las carreteras, contra las tapias de los cementerios, en corrales y cochiqueras, junto a los muros de las fábricas, en la retaguardia y a veces en las trincheras^ de noche y a oscuras y de día y con público que asiste al espectáculo. Todos, de un lado y del otro, muriendo al grito de ¡Viva España! Y al final el tiro de gracia que levanta la tapa de los sesos, la puntilla que remata al muerto.
Y como fruto de tanta muerte la orfandad de tanto niño. Así y entonces nace el Auxilio de Invierno, en Valladolid, donde la crudeza de la represión llevada a cabo por falangistas y ejército había creado «un extraordinario número de huérfanos recientes y pobres.
…………..
No importa demasiado, como tampoco las cifras exactas, sobre las que los historiadores no se ponen de acuerdo —se ha escrito desde la izquierda, citando anónimas fuentes del Ministerio de Justicia, que entre 1939 y 1944 fueron ejecutadas o murieron en prisión 192.684 personas. Otros autores afirman desde la derecha que sólo fueron 22.700 los ejecutados—, cifras en todo caso insólitas por revelar, por arriba o por abajo, las dimensiones que alcanzó la venganza organizada a nivel de Estado.
Un país en silencio, aterrorizado, es un país seguro para los vencedores.
Eran los años cuarenta y bandadas de chicos surgían de las ruinas al sol alegre de la paz…
Les estaban esperando los hermanos, frailes, monjas, hermanas, sores y curas de los Asilos, Casas de Mendicidad, Colonias y Talleres, los jueces de los Tribunales Tutelares de Menores, los instructores del Frente de Juventudes y las camaradas de la Sección Femenina, enfermeras, celadoras y matronas de Auxilio Social, que recogían su cosecha día a día para hacer de aquellos es-pañolitos, aún contaminados por el virus del odio rojo, hombres de aquella España en la que comenzaba a amanecer…
En 1941, Carlos Groocke, jefe de Informaciones e Investigaciones —policía de la Falange, según Max Gallo, de quien recojo la cita— declaraba a un testigo favorable, refiriéndose a los niños acogidos en los Hogares de Auxilio Social: «Comprende usted… estos niños no son responsables. Y representan la España futura.
Queremos que lleguen a decir un día: sin duda la España falangista fusiló a nuestros padres pero fue porque lo merecían. En cambio ha rodeado nuestra infancia de cuidados y comodidades. Los que, pese a todo, a los veinte años nos odien todavía, serán los que no tengan valor alguno. Los desperdicios».
¿Se puede odiar veinte, treinta años después? ¿Se puede olvidar?
Cabe recordar aquí la cita ya clásica que nos dice cómo los pueblos que olvidan su memoria están condenados a volver a vivirla. Y cabe recordarla porque Carlos Giménez la tiene asumida, la lleva en la masa de la sangre e informa su trabajo. Lo prueba este álbum.
Resulta, a veces, difícil hablar de historietas cuando, como ocurre en este caso, el material desborda medidas y modelos. Tanto da. El hecho es que cualquier medio de expresión habría igualmente transmitido la rabia, la frustración y la pequeña tragedia —pequeña por personal— vivida por los niños que poblaron los primeros Hogares de Auxilio Social, huérfanos de «rojos» fusilados por los mismos que ahora les tendían el pedazo de pan y el plato de cocido; rabia, frustración y tragedia de los niños que en los años cuarenta fueron a parar a dichos Hogares por tener a sus padres en las cárceles franquistas o por pertenecer a familias de vencidos, que arrastraban día a día su espantosa y colectiva miseria; como es trágica la experiencia vital de los niños españoles que en los años cincuenta debían ser «auxiliados» porque su padre había muerto o porque faltaba el pan por estar enferma la madre o porque el número de hermanos los condenaba al hambre.
Rabia y frustración que alimentaron la tragedia de aquellos niños, hoy hombres. Y que hacen que al volver sobre aquello resurja la pasión como sentimiento dominante, por encima de cualquier consideración o consejo de moderación.
(extracto del articulo escrito por Antonio Martín, en la propia web del autor: http://www.carlosgimenez.com/obra/paracuellos.htm)
RESEÑA:
Creo que la historia está para recordarla, no se si atendiendo a la cita “ los pueblos que olvidan su memoria están condenados a volver a vivirla”, o porque es demasiado pronto para olvidar.
La última guerra civil española y sus consecuencias, ha sido de un espanto humano insufrible, las secuelas de la misma todavía permanecen como llagas en la memoria de las gentes.
Tuvo una suerte enorme de morir el golpista Franco en su cama, después de 40 años avasallando con su bota de militar a toda una nación; hubiera merecido un juicio y experimentar el garrote vil, que también conocía.
Esta serie de ‘cómics’ de Carlos Giménez, narra sus propias experiencias y otras contadas por personas que como él sufrió la ayuda de las instituciones denominadas “Auxilio Social”, niños huérfanos, productos de la guerra, eran acogidos en esos centros para su educación.
Todo eso podría estar muy bien pensando, dar a esos huérfanos comida, techo y educación, pero ni la mas horrible de las historias tristes que hayamos podido leer o imaginar, son nada comparadas a esas casas de tormento denominadas “Auxilio Social”.
Daban un solo vaso de agua al día, el terror y el miedo eran los elementos didácticos de enseñanza, palizas y otras torturas como hacer beber a un niño cantidad inmensurable de leche hasta hacerle vomitar, porque en una visita que hacia una representante de esa institución le ofreció leche y a él se le ocurrió aceptarla.
Esta obra pone el bello de punta por la indignación que produce la existencia de personas sin alma.
Muchos españoles hemos tenido familiares que han sufrido mucho en esos años, otros no, pero por todos ellos y esperando no se repita la historia, debemos leerla, conocerla y transmitirla.