Hace ya algunos años me di cuenta que cometí muchos fallos en la educación de mis hijos, llegue a la conclusión que el ser padre no se enseña en la escuela, y es necesario toda una vida para aprender a ello.
Pero lo que en ese momento no pensé es en algo paradójico y que iba a descubrir en los siguientes años, el ser hijo tampoco se aprende en la escuela.
Me refiero al momento que se vive cuando te das cuenta que tu padre o tu madre están en la recta final de su vida, cuando te necesita para que le acompañes al médico, cuando eres la persona que sabes mejor que ella todo lo que le está pasando, cuando las confidencias de los médicos hablando con voz queda, te van diciendo lo que pasa y lo que sucederá irremediablemente, y mientras tanto convives con las desgracias de tu ser querido, ayudándole a comer, a vestirse , asearse, paseando por la calle acogiéndose a tu brazo, y oyendo viejas historias familiares, como queriendo recordar en el tiempo que queda por vivir, toda su vida.
De todo esto va este libro, y de mucho mas, puedes quedarte con el análisis de ‘patrimonio’, el que se heredará de padres a hijos, puedes ahogarte en el pensamiento psicológico del padre y el del hijo, cual de los dos esta pasando por las inquietudes mas dolorosas.
“Éste era mi patrimonio: no el dinero, ni los tefelines, ni el cuenco de afeitar, sino la mierda.”
Léelo, te hará bien.