Manuel Leguineche decidió emprender la búsqueda de Antonio García Barón, como pista tenia el nombre de la población al que Antonio había llegado: Rurrenabaque. El gran periodista busco ese nombre en la Enciclopedia Británica, varios Atlas y diccionarios, no encontraba ese lugar, al final lo busco en el Atlas Grolier y allí lo encontró. En la Enciclopedia universal ilustrada europeo-americana Espasa Calpe, tomo 52 página 859, viene la referencia que tanto le costo encontrar (muchas veces no recordamos las grandes obras españolas).
Manuel Leguineche narra, como si fuese un reportaje periodístico, la vida de Antonio García Barón. A través de sus ojos vemos el sufrimiento de un adolescente enfrentado a una guerra sin sentido, mas tarde es superado ese sufrimiento durante los cinco años que estuvo recluido en Mauthausen.
Por muchas veces que haya leído, escuchado, visto en cine, reportajes… El horror impregna mi ser sin entender como pudo ser real. Puedo comprender que una persona, o diez, o cien personas se cegaran en un discurso etnicista,
pero lo que no entiendo es que ese discurso fuese capaz de absorberlo como si fuera propio una gran mayoría del pueblo alemán. Cuanto odio se destilaba en las miradas de los guardianes del campo de exterminio, capaces de aguantar la vista ante el desfile que los judíos hacían hasta las ‘duchas’ en que eran gaseados, como podían soportar el acarrear miles de cuerpos con carretillas hacia los hornos crematorios.Antonio se libro de la muerte porque era español y sabia trabajar la piedra, y porque fue listo y supo ‘nadar y guardar la ropa’. La cuestión es que fue uno de los españoles que salvaron la vida donde de unos 7200 españoles perdieron la vida unos 5000.
Cuando se hace referencia a los campos de exterminio nazis, a la mente viene, y no puede ser de otra manera, el genocidio sufrido por el pueblo judío, aproximadamente seis millones de judíos fueron asesinados, cinco millones más de polacos, comunistas y otros sectores de la izquierda política, homosexuales, gitanos, discapacitados físicos y mentales y prisioneros de guerra soviéticos. En total, un mínimo de once millones de personas murieron.
Antonio sobrevivió y decidió vivir apartado de un mundo cruel, mas salvaje de aquel a cual puso rumbo: marchó a un lugar de la selva amazónica de Bolivia, allí encontró la paz con su familia bolivariana hasta el fin de su vida el 17 de noviembre de 2008.