Todo padre quiere para su hijo lo mejor, muchas de las veces sin saber proporcionar a los hijos herramientas para que ellos mismos decidan su propia vida, queriéndoles imponer lo que creen mejor para ellos, algunas veces sale bien, pero otras muchas es un fracaso. También sucede muy frecuentemente el contrario: se deja a los hijos su libre elección y luego de mayores se dan perfecta cuenta del tiempo que han perdido y lo difícil que lo tienen para recuperarlo.
Nada menos que todo un hombre
Un hombre muy hombre, eso piensa su mujer, que ve a su marido hermético, serio, varonil, superior a cualquiera; Recibe la indiferencia del marido como símbolo de virilidad y dominación, a pesar y gracias a esa pose dominante, la mujer se enamora cada vez mas de él y se pregunta si él lo estará de ella.
El marido, en un momento de la obra, confesara a su mujer: ¡Pues no he de quererte, hija mía, pues no he de quererte! ¡Con todo el alma y con toda la sangre, y con todas las entrañas; más que a mí mismo!. Al principio, cuando nos casamos no. ¿Pero ahora? ¡Ahora sí!. Ciegamente, locamente. Soy tuyo más que tu mía”.
A pesar de todo continúan las dudas y desprecios. Todas estas tormentas y tribulaciones de ánimo quebrantan la salud de Julia que cae gravemente enferma, Alejandro, transido de dolor ofrece vanamente su vida y fortuna por la salud de su mujer, incluso implorando a Dios, en el que nunca ha creído. Pero todo es inútil. Julia agoniza entre protestas de amor de su marido, preso por completo de la pena. Antes de exhalar el último suspiro, Julia, con un hilo de voz le pregunta “Bueno, y al fin, dime ¿Quién eres Alejandro? A lo que él responde: ¿yo? ¡Nada más que tu hombre …, el que tú me has hecho!”.
Un relato complejo ‘como la vida misma’. Cada persona es un mundo el cual la mayoría de veces desconocemos el interior real. La ficción deja muy atrás a la realidad, hemos de abrir la mente a la expectación y sobre todo juzgar menos y comprender mas.