Ayer fui al cine, para mi es algo grande, importante; procuro ir dos veces al mes y si es posible algo mas.
En el cine la imaginación viaja, se pueden ver otros países y otras culturas que difícilmente podre acceder a ello por otro medio, no hay tiempo en la vida para tanto que hay por ver y conocer.
Una película puede hacerte sonreír y hasta reír, olvidando por unos minutos una realidad a veces dolorosa y casi siempre complicada.
También pensar, recapacitar en los valores morales que como pilar sostiene a la sociedad, y en muchas ocasiones repensar mi propia existencia.
En otras, la película me plasma historias verdaderas con errores y sufrimientos infinitos.
Sentado en mi butaca se inicia la relajación física y mental que me predispone a pasar dos horas magnificas.
Se apaga la luz y empieza la función, una pareja sentada a mi izquierda pertrechada con sendos vasos de refresco y unos envases gigantes llenos de palomitas me acompañan a lo largo de toda la proyección, sorbiendo, cogiendo de una en una las palomitas, masticándolas golosamente hasta la última que es rebuscada tenazmente en el fondo del envase.
Parece que nos tomamos el cine como el salón de nuestra casa, supongo que pronto vendrá la gente en pijama y zapatillas, y por que no, la cena con la tortilla de patatas y el chorizo.
Barcelona a 13 de enero de 2014